Entonces dijo el sumo sacerdote Hilcías al escriba Safán: He hallado el libro de la ley en la casa de Jehová. E Hilcías dio el libro a Safán, y lo leyó. Viniendo luego el escriba Safán al rey, dio cuenta al rey y dijo: Tus siervos han recogido el dinero que se halló en el templo, y lo han entregado en poder de los que hacen la obra, que tienen a su cargo el arreglo de la casa de Jehová. Asimismo el escriba Safán declaró al rey, diciendo: El sacerdote Hilcías me ha dado un libro. Y lo leyó Safán delante del rey. Y cuando el rey hubo oído las palabras del libro de la ley, rasgó sus vestidos.
(2 Reyes 22:8-11 RV60)

La condición espiritual, y moral de la nación judía estaba en una real decadencia, de tal manera que leemos (capitulo 23 de 2 de Reyes) que en el miso templo de Dios se tenían imágenes de los dioses amonitas, de Baal, y Asera.
¡Señor te pido que pueda ver a la luz de tu palabra la condición de mi corazón para que pueda llevar tu luz a los que me rodean! ¡Quiero arrancar de mi corazón todo incienso, y ofrenda a los dioses de la costumbre, del cristianismo diluido, cómodo, y aculturado. ¡Purifícame Señor, para que pueda reflejar tu luz! Amén.