jueves, 7 de octubre de 2010

¡Bástate me Gracia!

2 Corintios 12:5-9  De tal hombre me gloriaré;  pero de mí mismo en nada me gloriaré,  sino en mis debilidades.  (6)  Sin embargo,  si quisiera gloriarme,  no sería insensato,  porque diría la verdad;  pero lo dejo,  para que nadie piense de mí más de lo que en mí ve,  u oye de mí.  (7)  Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente,  me fue dado un aguijón en mi carne,  un mensajero de Satanás que me abofetee,  para que no me enaltezca sobremanera;  (8)  respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor,  que lo quite de mí.  (9)  Y me ha dicho: Bástate mi gracia;  porque mi poder se perfecciona en la debilidad.  Por tanto,  de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades,  para que repose sobre mí el poder de Cristo. 
Desde hace como 2 meses he estado meditando en las palabras que Dios le dijo al apóstol Pablo, aunque conozco muy bien este pasaje, puedo decir que en los últimos días, Dios ha renovado en mi un nuevo sentir de absoluta dependencia en su gracia.
En ocasiones todos nosotros pasamos por momentos en los cuales se hace manifiesto, que no tenemos una respuesta a lo que estamos viviendo. No hay una respuesta, o la respuesta no es lo que quisiéramos. También en otras pareciera que no tienen fin los problemas, como dice el dicho, “cuando no nos llueve nos llovizna”. Todo creyente pasa por estos momentos. En ocasiones, estos momentos son el resultado de la obra de Dios en nosotros, para que descubramos el poder de su gracia obrando en nuestra vida. También, como en el caso del apóstol Pablo, aun Dios mismo usa (permite) al enemigo que “toque” nuestras vidas, hasta que se cumpla su propósito. Es en esos momentos de confusión, duda, desanimo, y ya sea que por “revelación” o por necesidad, o desesperación, pero podemos ver claramente el poder de Dios.
Al igual que los discípulos que no pudieron pescar nada toda una noche, Jesús les pide que vuelvan a intentarlo, si ahí en el lugar de su fracaso, en el mismo barco, en el mismo mar, ahí les pide que vuelvan a intentarlo, pero ahora en obediencia a su palabra, ahora lo harán por su gracia. El resultado fue una obra milagrosa, donde el único que recibe la gloria es Dios. En su “debilidad” ahí fue donde la gracia y el poder de Dios se manifestaron de una manera especial.
Lo mismo Dios quiere hacer en nuestras vidas. Nosotros también podemos decir, me gozare en mis debilidades, porque su gracia es suficiente. ¡Amén!

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